domingo, 23 de febrero de 2014

naturaleza viva


Hoy probé una fruta de Ecuador que había desconocido hasta el momento. Es pequeña, redonda, amarilla y segrega un líquido pegajoso. Tiene una textura que se disuelve con la rapidez de un relámpago y deja un suave sabor a reminiscencias de lo que fue el primer mordisco. Es comparable con una uva blanca y con algunos recuerdos de la infancia donde los nísperos eran la fascinación del abuelo. Unas hojas finitas envuelven la fruta ecuatoriana como el capullo de una flor. Al morderla, una intensa explosión en la boca inspira (como el primer beso) a buscar más de esa fruta oculta y misteriosa.

viernes, 14 de febrero de 2014

portrait


Un mar de edificios alcanzan el cielo y atraviesan una niebla de smog. Unas personas hacen Tai Chi a las siete de la mañana en un parque de la ciudad; árboles pequeños plantados hace poco. Un templo con un Buda que da fecundidad a la mujer que se lo pide. Un mercado desbordado de comidas exóticas, sabores desconocidos envueltos en pasteles de colores, arroz con una textura como chicle. Una niña con una mariposa en el pelo aprende a comer tallarines con palitos. Una linterna mágica proyecta figuras de cine antiguo en una esquina, un hombre obsesionado en vender relojes patina por People´s Square, otro hombre peina a una mujer en la vereda y le vende a los turistas cómo se hace el moño tradicional de una china. Un túnel con luces psicodélicas y muñecos de papel, una torre de 479 metros de altura desde donde se ve La Perla de Oriente y gran parte de la ciudad. Un restaurante donde se encarga el menú con ipad, fuentes y luces de colores por todas partes. Edificios con una arquitectura de películas de ciencia ficción, taxistas encerrados en “cabinas telefónicas”, personas vestidas de blanco bailando en una peatonal. Casi nadie habla inglés, el mundo se escribe y se pronuncia en chino, los occidentales dejamos de ser el ombligo del universo. Una mujer con la boca tapada como una cirujana se protege del smog, un museo con cuadros electrónicos y proyecciones en 3D, una tienda de sedas tradicionales, una casa del té, el barrio antiguo con sus pagodas, una novia vestida de rojo, y un alemán canta en chino en un pub de Karaoke. Este es mi retrato de Shanghai. 

domingo, 9 de febrero de 2014

en el aire


Me gustaría entender aunque sea uno de los tantos caracteres chinos que veo en el periódico de la pasajera que está sentada a mi lado. Es un largo vuelo hacia un mundo distinto pero no tanto. Lo vertiginoso es “alejarme” de mi hijo. Haberme “desprendido”, aunque sólo sea por unos días. Hay un puente de aire que se tiende entre nosotros y en él caben infinitos abrazos de luna llena. Necesitaba “alejarme” para volver y estar más cerca. Necesitaba alejarme para volver con las alas renovadas. Todavía estoy a muchas horas, a muchos cielos de Shanghai. Pero ya empiezo a escribir, como una forma de respirar, como una forma de vivir. La escritura es un viaje hacia la luz que empecé el primer día en que nací. Como si los astros los hubieran sabido antes que yo. Aunque desconocía las palabras, no era difícil escribir. Un grito, un cordón umbilical desangrándose, una flor, un llanto, una mariposa, un árbol, un violín, una caricia, un caracol, una herida, un paraguas azul, una sonrisa, una lluvia de otoño, una nube de pájaros rondando un campanario, y todas las lunas de los siglos de los siglos, son la esencia de escribir. 

misterios del devenir


Como si lo hubiera sabido, como si hubiese presentido la llegada de este vuelo, me llegó justo a tiempo el libro que necesitaba leer dentro de un sobre humildemente cerrado, sin palabras ni colores ni postales que me distrajeran, y al abrirlo, el poeta Chuang-Tzu se asomó como un sol,  traducido por Octavio Paz.